Uchuraccay no ha sido materia de ningún estudio sistemático, a mediados de la década pasada una expedición antropológica de la universidad de huamanga, liderada por el profesor Mario Benavides, hizo un intento frustrado de tomar contacto. La población los observo llegar, dejo que se sentarán en la puerta de su iglesia y luego los detuvo, negándose a conversar con ellos hasta que llegasen sus idades.
Tiempo más tarde el docente y los cuatro estudiantes que lo acompañaban fueron llevados a la casa comunal interrogados por el Teniente Gobernador y los varayocs, que luego de desestimar sus credenciales les dijeron que se fuesen. El tratamiento recibido fue enérgico y de una estudiada incomunicación, pero de ninguna manera  pudo ser considerado violento.
Esta actitud no era nueva. Tradicionalmente las comunidades alteñas de la provincia de Huanta solo mantuvieron aquellas relaciones que no comprometían el carácter autónomo de sus decisiones comunales. Hay noticia documentada que desde la independencia –por lo menos- su población y sus intereses particulares fueron agitados para causas más generales, (fidelidad al Rey o a la República, Caserismo, guerra con Chile, etc.) de tal manera que se constituya en un ejército informal de reserva. Y con esto no se recurría a ninguna fantasmagórica ferocidad de Uchuraquinos, y quichanos, etc. Sino, más bien, al uso necesario de las alturas y del apoyo logístico para el desplazamiento de tropas que luego caerían de sorpresa sobre las ciudades de regular importancia, que como Huanta y Tambo se ubican en las zonas bajas.